jueves, 13 de noviembre de 2008

Militancia




Publicábamos hace un par de meses una pequeña entrada en nuestro blog sobre la militancia. En ella decíamos que la militancia debía ser observada por quien la llevara a cabo como una obligación. Y reafirmamos lo dicho añadiendo algo más; más que obligación, una militancia digna entraña un comportamiento obligado, una pauta continuada de entrega y acción.
Se trata de algo que hoy en día prácticamente sólo puede ser ejercido en posiciones como la nuestra, escasa en recursos económicos pero con un alto contenido en valores como el sacrificio o el sentido de lucha que nos es propio.
Sin embargo, son realmente pocos aquellos que dentro de nuestra corriente pueden declararse como militantes. Los más, acompañan la palabra del adjetivo esporádico. En efecto, es común llevarse a engaño y creer que la asistencia periódica a actos, la pegada semestral de carteles y pegatinas o el simple hecho de declararse identitario o social patriota equivale a militar. Y nada más lejos de la realidad, ese tipo de comportamiento es el patrón que define a la perfección al militante esporádico, no a un militante en sentido estricto. Un error que no por común vamos a dejar de aclarar, pues desde nuestro punto de vista reviste especial gravedad. Tanta, que podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que constituye una de las principales enfermedades que adolece nuestra corriente política.
Para salir de dudas, nada mejor que la rotundidad de las palabras. Militante es quien considera, asume y demuestra con hechos que la acción política continua es una parte más de su vida. Una esfera que requiere atención, cuidado y entrega. Al igual que las relaciones sociales, la militancia ha de ser constante en el tiempo y ser contemplada desde la más estricta normalidad. Si elaborar y colgar en un puente una pancarta es visto como algo extraordinario que al día siguiente comentaremos repetidas veces, nos alejamos de esos dos componentes indispensables; constancia y normalidad. Y sin ambos, es claro que algo no cuadra. Pero volvamos al recurrente ejemplo de las relaciones sociales. Cuando nos reunimos con amigos, además de para satisfacer una necesidad humana básica como es relacionarse, lo hacemos entre otras cosas para equilibrar nuestra vida realizando uno de los objetivos de la misma; poder contar con alguien a nuestro alrededor. La militancia en este sentido debe ser vista como otro aspecto vital, con el que cumpliendo en su justa medida también contribuiremos a ese equilibrio. Y un aspecto dentro del cual hay unos objetivos que ir realizando en el tiempo. La militancia, como decimos, al igual que la amistad no debe ser desatendida, pues la intermitencia en su realización nos alejará paulatinamente de ella en su versión más pura. Ahora bien, hablábamos hace sólo unas pocas líneas de la -justa medida- en la militancia. Insistamos en esto, pues igualmente desacertado es pecar por defecto que hacerlo en exceso; aspiramos a propagar la idea de una vida en la que la militancia política ocupe un lugar primordial, constituyendo uno de sus ejes básicos, pero no una vida militante, en el sentido en el que la acción política se aproxime a lo absoluto, absorbiendo todas nuestras energías. Y es que este tipo de situaciones pueden resultar sumamente peligrosas para el equilibrio psíquico de una persona. Ejemplifiquemos; cuando un sujeto pone todas sus ilusiones en un único proyecto, dedicándole el máximo tiempo posible, dinero y espacio en sus pensamientos corre el riesgo de, con el tiempo, traspasar la línea de la inestabilidad emocional. Y son varios los casos de este tipo que conocemos. Por eso, y porque puede que en la Europa de entreguerras los revolucionarios entregados en cuerpo y alma pudieran acabar convertidos en héroes y triunfadores, pero hoy en día esa entrega no provocaría la caída de ningún gobierno, es mejor actuar con serenidad, mucha serenidad.
Ésta empieza por un análisis reflexivo de la situación con la que actualmente nos encontramos en todos los órdenes de la vida, que ejercido de manera medianamente eficaz puede dejarnos muy claras las cosas. Y puede hacer más cómoda nuestra militancia. Ni derrumbamientos de sistemas políticos, ni mayorías absolutas ni simples, ni grandes alcaldías, ni una representación política espectacular, ni mediana, ni si quiera pequeña, tampoco movilizaciones de millares de personas, ni grandes organizaciones, ni una gran infraestructura. Prácticamente nada de nada. Bien, pues teniendo claro que esto es lo que con toda probabilidad conseguiremos, hemos de adecuar nuestra intención y posterior actuación a ello. Pequeños pasos para pequeños objetivos, evitando a toda costa perder la constancia. Se trata de granitos de arena diarios o semanales en la dirección que hayamos estimado más conveniente.
Un militante en sentido estricto asume ese rumbo, dedicando la parte adecuada de su tiempo para hacer posibles las metas pensadas. Y esta es la clave. Claridad en las ideas y trabajo continuado para su realización. Un trabajo que no obstaculice o medre otros ámbitos vitales, pero que sea el suficiente para cumplir con lo que perseguimos.
Unos objetivos a los que ha de aspirarse única y exclusivamente por convicción. Y aquí si que nos aventuraríamos a hablar de totalidad. La militancia sólo puede estar motivada por un sentimiento natural, por una idea en la que se crea fervientemente, bien por motivos puramente pasionales o porque simplemente hayamos razonado hasta tal extremo que la idea que consideramos más adecuada nos induzca de manera inevitable a un sacrificio militante. En el resto de los casos será difícil poder militar más allá de un periodo relativamente reducido de tiempo, al menos, como venimos insistiendo, en sentido estricto.
A nuestro juicio, y mil perdones por la arrogancia, todo aquél que no cumpla con la interiorización y sentimiento exhaustivo de sus ideas, mejor que deje de engañarse y perder el tiempo. Si no se está dispuesto a trabajar ininterrumpidamente y con ganas, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, es mucho más adecuado dejarlo. O asumir que uno está engrosando el tumultuoso grupo de "los medias tintas". Incluso desplazarse hacia otras posiciones ideológicas menos díscolas y más correctas, dónde la abundancia de medios hace innecesaria una militancia como la que aquí describimos. De nuevo, perdón por la soberbia. Pero el abandonar la mentira le hace un favor al falso militante y de paso nos lo hace a los que desde hace años venimos desarrollando una labor continuada, con mayor o menor acierto.
Una labor en la que creemos de corazón, que tratamos de optimizar y rentabilizar al máximo posible, tanto en logística como en las formas, y que sin trágicos problemas podemos compatibilizar con llevar una vida equilibrada; con familia, amigos y un trabajo o estudios.

Otro importante problema que observamos en esto de la militancia es el de la autocomplacencia, muy extendido sobre todo al calor de las nuevas tecnologías. Sabemos que fruto de la competencia infantil entre distintos grupos y organizaciones, es tentador eso de buscar la foto del acto en la que parezca que el número de asistentes se multiplica o publicar en la oportuna web cualquier pequeña acción de propaganda que se realice, aunque sólo se peguen 10 pegatinas. Comportamientos, sin ningún género de duda, que únicamente han de parecernos irrisorios y pueriles. Ni militar es una competición entre "nosotros", ni hemos de hacerlo casi en exclusiva para gustarnos mientras nos vemos aparecer en internet. Lo hemos dicho al inicio de este artículo; militar es únicamente un comportamiento al que nos obligamos de forma voluntaria por la creencia en una idea. Ni más, ni menos. Primero creemos, luego nos obligamos y finalmente militamos. Y es algo que debe hacernos sentir bien, pero no para engrandecer nuestro propio ego. El que así actúe puede seguir los mismos pasos que el incrédulo. Debemos sentirnos bien sólo por la realización de esa labor a la que nos hemos comprometido. Por hacer lo correcto frente al exterior, frente al resto del mundo. Por trabajar en pos de una idea que defendemos como la más adecuada para su aplicación global.
Desde nuestro punto de vista todo lo que podamos decir sobre la militancia se reduce finalmente a ésto. No se trata de una forma de vida, sino de una parte de la vida de aquél que cree y trabaja por esas creencias.

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